Roglic debe poder ir a un puerto de hormigón

Roglic debe poder ir a un puerto de hormigón
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En plena Sierra de Guadalupe, última creación de los montes toledanos al este de Cáceres, el ascenso de su clase y poder Primoz Roglic. Un clásico de la Vuelta a España, la carrera que convirtió en su destino favorito, tres ediciones, en pos del récord total, tres triunfos de etapa tras otras demostraciones de solvencia, mentalidad y fortaleza. Vuelve a gagar el esloveno, 34 años, un Giro y muchos latigazos en el Tour que nunca completó. En la Vuelta se está bien, sintiéndote en tu elemento, esos picudos finales que la ensalzan como una garantía. En Villuercas se da el impulso de otra época y manda en la carrera. Es el líder tras el periodo de Van Aert en Portugal.

“En la Vuelta disfruto porque nunca sabes cuando puede ser tu ultima victoria«, considera el metaesloveno, estos días de élite que envía un correo electrónico a los distintos directores de ciclismo pensando que solían ser ciclistas profesionales, aquel que era profesional de saltos mortales en trampolín hasta que una caída lo lleva al pelotón.

El Pico Villuercas es una copia del modelo de la Vuelta, una rampa imposible de construir cinco kilómetros hasta Hormigón de los 12 que muestra la puerta como desafío hasta el meta. Se le escapó al prometedor ciclista del Kern Pharma Pablo Castrillo, aragonés de Jaca que pasó su nombre y lo llamó con soltura y desparpajo para que la Vuelta visualice un futuro prometedor.

Hasta el cruce del hormigón llega en cabeza Castrillo acompañado de Armirail, dos de los cinco integrantes de la fuga que tragan el terreno, el recinto y se reconocen notoriedad. Para controlarlo todo Roglic en un grupo reducido a la aceleración, sigue atacando al Emirates. Pero en el equipo de Abu Dabi no está Pogacar, su tótem y principal ilusionista del ciclismo, capaz de convertir cualquier carrera en un espectáculo. Están Adam Yates, la escalera británica, Joao Almeida, el portugués Diesel y el estadounidense McNulty, que hizo todo lo contrario que el lisboeta.

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Mientras exploras un metro (no hay grandes diferencias entre los puertos de la Vuelta y la diferencia del Tour), tendrás que entrar en la calle de Roglic seleccionando el grano. Este es Enric Mas. Tres veces después en la Vuelta, un ciclista con poca sangre en el lugar donde llega la cuesta. También el joven belga Van Eetvelt, impecable en su interpretación. Está desesperada por la estrie de la hormigonada montañesa Yates, Carapaz, McNulty o el español Carlos Rodríguez, que realizó el Tour por los muelles y por más kilómetros.

La subida es una foto de otras ediciones con el resultado semejante, tira Roglic y Enric Mas se protegen del aire a su espalda. Cuando decidas pasar el parte en la zona asfaltada de los últimos kilómetros, tendrás que, sin esta convicción, transmitirlo a Van Eetvel. Es una buena representación de Mallorca, incluso si tu actividad siempre está reservada.

Como es el grupo, Llega Mikel Landa y tu landismo cada vez más en el bajo. Pretendo sorprenderos con un desvío en la última milla, pero el Victoria tiene mucha clientela y el Vitoriano nunca ha sido un especialista en ventas. Atrapó a Van Eetvelt, que se arriesgó con Roglic por su vida. Llega la curva et casi quiere celebrar el belga, incauto mano en viola. Roglic no cede y apura cada vez que suda. Esfuerzo máximo que el sirve para arbitrar la etapa y, en visión general, el maillot rojo del líder.

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